¿Qué ocurre cuando aparece de repente una especie en un ecosistema donde no estaba de forma natural? ¿Es capaz el ecosistema de ser flexible y controlar el cambio, o puede tener esa nueva introducción repercusiones de gran impacto provocando así un daño permanente? ¿Desaparecerá algo especial para siempre? ¿Cómo es de importante?
HUBO UN TIEMPO... en el que gracias a las zonas montañosas, lagos, mares y océanos se conseguía una frontera natural para casi todas las especies. Los ecosistemas evolucionaban de manera relativamente aislada, y no fue hasta las primeras migraciones de población que distintas especies, en el transcurso de aquellos viajes, se introdujeron en hábitats nuevos para ellas. Aún así, dada la escasa frecuencia y relativas distancias de esos viajes, aquellas primeras introducciones de nuevas especies no supusieron una repercusión negativa en el ecosistema.
En cambio, en este tiempo, podemos encontrar numerosos episodios de introducciones intencionadas de especies con fatales consecuencias, como el ocurrido en la década de los 60 con la introducción de la Perca del Nilo en África, concretamente en el Lago Victoria, considerada la segunda reserva más grande de agua dulce del mundo. Este lago, que contaba con una cantidad enorme de especies autóctonas, sufrió la extinción de más de 200 especies de peces tras la entrada de la Perca del Nilo.
Podríamos evitar repetir tales errores aprendiendo de la historia pero, sorprendentemente, siguen sucediéndose sucesivas introducciones potencialmente dañinas. Son muchas las especies que llegan a nuevos ecosistemas ancladas al casco de los barcos, o por fugas accidentales de empresas que se dedican a la importación de especies o simplemente en manos de inconscientes que los liberan indiscriminadamente al medio sin pensar las consecuencias de sus actos.
Las continuas sueltas de Gambusia, un pequeño y aparentemente inofensivo pez de aguas dulces, salobres e hipersalinas introducido por liberaciones ilegales de la acuariofilia, son otro ejemplo de ello. La Gambusia, voraz depredador, come las puestas de peces con valor económico y depreda especies autóctonas de peces e invertebrados actualmente en peligro de extinción. La Gambusia es difícil de erradicar una vez que se ha establecido, por lo que la mejor manera de reducir su impacto es controlando su expansión indiscriminada. Concretamente en España, apareció a partir de los años 70 en las marismas litorales de Andalucía y desde el 2005 en el Delta del Ebro. Ha sido considerada por la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) como una de las 100 especies invasoras más peligrosas a nivel global (Fishbase, 2004).
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